miércoles, diciembre 15, 2004

Devastador alegato de las víctimas

TXEMA ALEGRE - 15/12/2004 - 13.10 horas

Conmovedora y devastadora intervención en el Congreso. Todos los partidos, todos los medios de comunicación y hasta las administraciones fueron objeto del reproche dirigido por Pilar Manjón, representante de las víctimas del 11-M, una madre de un joven fallecido en los atentados. Su deseo, que nadie vuelva a pasar por lo que ellos están pasando, que no vuelva a ocurrir otro 11-M, ni lo que vino después.

Habló con dolor pero con fortaleza. "No me hagan preguntas -dijo al final de su discurso- porque respondería desde mi dolor. No he venido a darles pena, mi dolor lo vivo en la intimidad". No le hicieron preguntas: con las palabras pronunciadas ya bastaba, porque logró por primera vez la unanimidad de los grupos en esa comisión, hicieron autocrítica y pidieron perdón.

La señors Manjón desnudó una cadena de errores y un memorial de agravios hacia todas las administraciones, para reclamar la verdad, justicia y reparación "moral, nunca económica, porque tenemos comprobado que el dinero ni abraza ni consuela", dijo.

En su alegato, ridiculizaba Pilar Manjón cuanta retórica se ha podido difundir en estos nueve meses transcurridos. El mensaje más crudo, las víctimas no se sienten amparadas por el estado de derecho.

Reclamó la aplicación completa de la ley a los culpables, respeto a la voluntad de las familias para evitar el uso de sus nombres, investigación sobre la filtración de las imágenes captadas por la cámaras de Renfe en el mismo instante de la explosión en Atocha, responsabilidades por haberse filtrado los datos personales, direcciones y teléfonos de los afectados, en suma, que nunca se utilice el nombre de las víctimas buscando opciones partidarias, que no se juegue más con su dolor partidariamente.

Denunció "pactos de justicia" y exigió la aplicación completa de la ley. "Nos mienten cuando nos dicen que los culpables serán castigados", dijo tras rememorar el primer juicio a uno de los culpables -un menor-, cuya vista apenas duró cinco minutos y significará que quede libre e impune a los 23 años.

Apeló a la dignidad y la moral de la prensa en el tratamiento de las víctimas y que, cercano el primer aniversario, no se vuelvan a ensañar con las imágenes del terror para ganar audiencia. Reclamó que se desvelen los errores cometidos en todos los ámbitos y que dimitan sus responsables.

Hasta repasó cómo se sintieron tratados el mismo día 11 y siguientes, incluso cuando buscaban a sus seres queridos en Ifema, "nuestro pabellón de la muerte", donde las familias eran llamadas desde un frío megáfono, reclamando el apoyo psicológico que se les prometió.

Cuestionó en suma la propia comisión de investigación, por haber cedido al encastillamiento de posiciones partidarias y hasta por la insensibilidad mostrada en sus debates. La intervención de la señora Manjón llevó el discurso de los días 13 y 14 de marzo al 11, el día en que murieron 192 personas en Madrid.

Ningún grupo le hizo preguntas. Todos los portavoces reconocieron su testimonio y pidieron disculpas a las víctimas. Olabarría consideró bastardo que se patrimonialice su dolor y dijo que las palabras de la señora Manjón eran las "únicas pertinentes" en esa comisión. Rubalcaba extendió la petición de disculpas en nombre de todo el Parlamento "porque nosotros como legisladores seguro que hemos cometido errores y les hemos fallado. Algunas cosas no hemos hecho bien".

Con dignidad, cerró este turno Pilar Manjón para pedir en nombre de las víctimas consenso a todos los partidos y añadió -esta vez a título personal- como madre de una víctima "porque ustedes son mi Parlamento. Con todo el dolor, el día 14, cuando todavía no me habían dado el cadáver de mi hijo, yo fui a votar. Porque ustedes nos representan a todas las víctimas."

Nueve meses y pico de interrogatorios y debate investigador para descubrir hoy, escuchando una voz de la calle, "de carne y hueso", desde un estrado del Congreso, que la vida oficial no discurre por los derroteros de la vida real.

viernes, diciembre 03, 2004

Clave de bronca

La política española se ha reinstalado con la dinámica de la tensión en clave de bronca perpetua. Esa táctica a bote pronto parece obedecer a una estrategia a medio plazo por parte del PP, como principal partido de oposición, para acelerar un proceso de degradación de la administración que conduzca a unas elecciones anticipadas.

Esta estrategia de confrontación la lanza el PP interesadamente, amparándose en que se siente acosado por el Gobierno, vilipendiado por los grupos parlamentarios, atacado por todos y, en suma, presentándose como víctima inocente.

Quedó patente en la comparecencia de José María Aznar ante la comisión parlamentaria de investigación por el 11-M cómo se erigió en la principal víctima de la matanza ocurrida el 11-M. Acudía al Congreso para ser preguntado pero no dejó de preguntar y cuestionar a sus interpeladores.

El PP tiene prisa por soltar el lastre y cuantos sambenitos le han quedado adosados con la pérdida del poder. Transcurridos con creces los cien días de gracia del nuevo Gobierno, y habiendo entrado ya en esa fase en que todo ministro comienzan a meter la pata y el Gobierno a errar, el Partido Popular refuerza el mensaje de que es el único partido de oposición y recupera el modelo que Aznar acuñó antes del 96 y con el que logró remover a Felipe González de la Moncloa.

Como la cuestión política no es sólo cosa de talante, gobierno y grupo socialista han comenzado a ofrecer a espuertas razones, excusas y argumentos al PP: tensión-distensión con Estados Unidos, frialdad laicista con la cúpula del Episcopado español, votaciones tan claves como la de remodelar el sistema de elección del poder judicial perdidas por ausencias inexplicables, excesos verbales de un ministro que, por serlo de la diplomacia, debería estar adornado por la más exquisita de las prudencias, entre otras lindezas acaecidas últimamente.

¡Vaya!, que el PSOE se lo está poniendo a huevo al PP para que, aprovechando el rebufo, se haya pasado del período de gracia propio de los cien primeros días a una suerte de 'período de desgracia' con apenas cuatro excusas.

Hemos recuperado, por iniciativa del PP, la confrontación crispada como eje de la política, pese a haber sido explícitamente derrotada en las urnas el 14-M. Así, ha llegado el punto en el que corresponde al Gobierno mover ficha para promover la distensión institucional y, sobretodo, velar con mayor acierto para que no se cometan errores que, por ser garrafales, se convierten en fatales.

martes, octubre 12, 2004

Conciliación fallida

El ministro español de Defensa ha querido ser original y alterar el guión tradicional de la gran parada militar del día de la Hispanidad, llamado de 'la Raza' en tiempos de Franco y hoy Fiesta Nacional de España. José Bono ha diseñado para el acto en memoria de los caídos la participación activa de españoles que en algún momento han sido víctimas de la guerra o de la confrontación entre personas.

Han acudido a la Castellana de Madrid víctimas del terrorismo, familiares de los fallecidos en el accidente del Yak-42, soldados veteranos republicanos que lucharon en la segunda guerra mundial contra el fascismo y españoles que participaron en la Divisón Azul en guerra con el comunismo soviético de los cuarenta.

Pero la originalidad de aunar en un acto a quienes hace sesenta años se enfrentaron en el campo de batalla y hoy se sienten plenamente reconciliados le ha salido mal. Las críticas recibidas por diversos partidos y sobre todo por generadores de opinión pública, le han atribuido una cierta ingenuidad política y el grave pecado de homologar a quienes juraron lealtad a Hitler con quienes lucharon a muerte contra el fascismo en Europa.

Si de la opinión publicada dependiera, sería prueba palpable de que el intento de expresar la reconciliación nacional le ha fallado al ministro Bono. Pero una cierta intuición me dice que la población no lo ha percibido sí. Me gustará saber qué dicen las encuestas al respecto.

Porque entre estos soldados veteranos de España que se enfrentaron en bandos diferentes hace 60 años, hoy supuestamente irreconciliables, encontramos nombres comprometidos con la democracia como el general Quintana Lacacci, asesinado por ETA y el hombre que paró en Madrid el golpe del 23.F; o el general Sáez de Santamaría; o el cinesta Luis García Berlanga, que militara en el PCE, por citar algunos. Todos ellos lucharon en su día y por sus circunstancias en la División Azul.

La reconcilización nacional en España se alcanzó con la Constitución democrática y día a día consolida un peldaño más que aleja los fantasmas del pasado. Cuando Monarquía y República se dan tímidamente la mano, el gesto, la idea, la originalidad del ministro levanta acta de que algo ha fallado en la puesta en escena de un acto de concordia nacional, cuando se entiende que quienes se enfrentaron un día no pueden conciliar su presente ni tienen derecho a darse hoy la mano en un acto en recuerdo de todos cuantos perdieron la vida por culpa de una guerra.