viernes, diciembre 03, 2004

Clave de bronca

La política española se ha reinstalado con la dinámica de la tensión en clave de bronca perpetua. Esa táctica a bote pronto parece obedecer a una estrategia a medio plazo por parte del PP, como principal partido de oposición, para acelerar un proceso de degradación de la administración que conduzca a unas elecciones anticipadas.

Esta estrategia de confrontación la lanza el PP interesadamente, amparándose en que se siente acosado por el Gobierno, vilipendiado por los grupos parlamentarios, atacado por todos y, en suma, presentándose como víctima inocente.

Quedó patente en la comparecencia de José María Aznar ante la comisión parlamentaria de investigación por el 11-M cómo se erigió en la principal víctima de la matanza ocurrida el 11-M. Acudía al Congreso para ser preguntado pero no dejó de preguntar y cuestionar a sus interpeladores.

El PP tiene prisa por soltar el lastre y cuantos sambenitos le han quedado adosados con la pérdida del poder. Transcurridos con creces los cien días de gracia del nuevo Gobierno, y habiendo entrado ya en esa fase en que todo ministro comienzan a meter la pata y el Gobierno a errar, el Partido Popular refuerza el mensaje de que es el único partido de oposición y recupera el modelo que Aznar acuñó antes del 96 y con el que logró remover a Felipe González de la Moncloa.

Como la cuestión política no es sólo cosa de talante, gobierno y grupo socialista han comenzado a ofrecer a espuertas razones, excusas y argumentos al PP: tensión-distensión con Estados Unidos, frialdad laicista con la cúpula del Episcopado español, votaciones tan claves como la de remodelar el sistema de elección del poder judicial perdidas por ausencias inexplicables, excesos verbales de un ministro que, por serlo de la diplomacia, debería estar adornado por la más exquisita de las prudencias, entre otras lindezas acaecidas últimamente.

¡Vaya!, que el PSOE se lo está poniendo a huevo al PP para que, aprovechando el rebufo, se haya pasado del período de gracia propio de los cien primeros días a una suerte de 'período de desgracia' con apenas cuatro excusas.

Hemos recuperado, por iniciativa del PP, la confrontación crispada como eje de la política, pese a haber sido explícitamente derrotada en las urnas el 14-M. Así, ha llegado el punto en el que corresponde al Gobierno mover ficha para promover la distensión institucional y, sobretodo, velar con mayor acierto para que no se cometan errores que, por ser garrafales, se convierten en fatales.

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