Primer dato: Los ciudadanos británicos identificados como supuestos autores -y sospechosos firmes- del ataque terrorista a Londres eran gente ejemplar, buena, completamente integrada en su medio y quienes les conocen se declaran sorprendidos de su "misión" terrorista y totalmente desconocedores de tal actividad. No dejaban ni sombra de duda entre los cercanos.
Segundo dato: Las autoridades resuelven que para aumentar la seguridad de los ciudadanos y territorios es preciso restringir las libertades democráticas en materia de telecomunicaciones para poder detectar a tiempo las actividades de los fanáticos y violentos que ponen bombas.
La pregunta: ¿Alguien nos puede decir si los fanáticos y violentos que llevaron la tragedia a Londres, o antes a otras ciudades, habrían sido detectados por los servicios de inteligencia con las medidas propuestas siendo que su vida ciudadana (siempre según los testimonios de quienes les conocían) era ejemplar?
El error: la restricción de libertades ciudadanas elementales, además de ser una práctica no democrática y de alto riesgo, no garantiza la seguridad. Asemeja un palo de ciego de los gobernantes que, afectados por el terrorismo, no tienen todavía la respuesta adecuada y se sienten obligados a tomar decisiones aparentes para liberar la presión de sus ciudadanos.
Una conclusión: Este mes de septiembre se cumplirán cuatro años y dos guerras desde que el terrorismo islamista de Al Qaeda llevara la conmoción a todo el mundo destruyendo las Torres Gemelas de Nueva York. Dos guerras puestas en marcha para capturar a Bin Laden y para acabar con el terrorismo, pero no sabemos dónde está Bin Laden y el terrorismo internacional ha aumentado en el mundo cuatro años después.
El ataque de los fundamentalistas islamistas a Occidente, la antes particular y ahora generalizada "guerra santa" contra los "cruzados" occidentales, ha escalado puestos de auténtica convulsión mundial. Hoy hay más terrorismo que hace cuatro años y las dos guerras han retroalimentado el fanatismo de los terroristas y convertido en mártires a los hombres bomba.
Un éxito del islamismo fanático sería, justamente, la reducción de los derechos civiles de los ciudadanos occidentales si estos vieran recortadas sus libertades para..., al fin y al cabo, no haber sabido hacer frente al terrorismo internacional.
He releído una nota sobre Bin Laden publicada en 'La Punta' el 20 de septiembre de 2001, en la que recogía el testimonio de un periodista, Adrian McLiman, que contaba haber entrevistado a Bin Laden en 1983 en la que explicó con claridad sus planes para expulsar a los soviéticos de Afganistán e instaurar el Gobierno talibán en Kabul y declarar la ‘Jihad’ (‘Guerra Santa’) a Estados Unidos, Israel y todo Occidente.
Segunda aproximación: la guerra de los islamistas no es sólo contra el mundo occidental. Hace ya por lo menos doce años que comenzó la guerra de los fanáticos islamistas contra el mundo musulmán "desviado" (Arabia Saudí, el Irak laico de entonces, o el Afganistán soviético, Egipto...) y el mundo "libre" occidental (Estados Unidos, Europa, Israel...) y cada paso que nos hemos dado para hacer frente a esa guerra no ha hecho más que alimentar el terrorismo islamista.
Está claro que, al menos aparentemente, tenemos dos problemas: el primero la agresión que sufrimos de los radicales; el segundo, y no menos importante, el desconocimiento de por qué pasan estas cosas. Nos lo tenemos que hacer mirar. No debería sorprendernos tanto que los "suicidas" no vengan del extranjero a ponernos las bombas, sino que están dentro y forman parte de un proceso de evolución letal.
Ya sabemos pues que somos vulnerables. Por eso, necesitamos toda la seguridad posible, y más. Pero libertad también. Pretender que restringiendo nuestras libertades blindaremos nuestra seguridad es una táctica ofuscada y puede llegar a ser tan ciega como la de los propios fanáticos. Y seguiríamos siendo vulnerables por los indetectables.