miércoles, marzo 02, 2005

Los intocables del Carmel

Mientras la política catalana vive en la convulsión del tres por ciento y a golpe de declaración institucional tras declaración institucional (Pujol, Benach) o el presidente de la Generalitat nos desconcierta con la extraña lección culinaria de insuflar vaselina al souflé o admitiendo que no midió sus palabras, la Administración sigue trabajando para paliar el desastre del Carmel, lenta pero sin pausa.

Viene a cuenta esta consideración para advertir de un hecho relevante: aunque el reciente pleno dedicado al Carmel pasara al centro del debate por una frase pronunciada en apenas diez segundos, que enmascaró lo más importante -el problema del Carmel-, no es admisible escuchar de políticos y vecinos que la clase política ha relegado a un segundo plano el problema de los afectados por los hundimientos del Carmel. Eso se llama oportunismo tanto si lo dicen los políticos, cuanto peor si lo dicen los vecinos que asistieron al debate.

Es cierto que diez segundos y un dígito bastaron para velar las tres horas de intervención por la mañana del conseller Nadal, plenamente dedicadas al problema del Carmel, más las intervenciones de la tarde de todos los grupos parlamentarios. El diario de sesiones del Parlament tiene recogidas en letra de molde todas y cada unas de las exposiciones.

También lo es que a los vecinos afectados por el hundimiento les ha tocado la peor parte. Algunos lo han perdido todo. Pero no es menos cierto que la Administración, tanto por el derrumbe como por la gestión informativa del suceso, ha tenido que escuchar de todo (¡faltaria más!) y que a técnicos y contratistas les han caído chuzos de punta. Todos han salido tocados.

Acaso por la desgracia que se les vino encima sin culpa, los únicos intocables han sido los vecinos, que ya tienen suficiente desdicha. Pero los vecinos tampoco deben ser intocables. No todos son afectados directos ni indirectos del hundimiento. No es admisible que, conocedores de la realidad que han sufrido y lo que han recibido -aunque perentoriamente haya sido muy en precario-, se permitan mantener a voz en grito que son los olvidados del Carmel, o que la Administración les quiere engañar. Es una falsedad que solo les perjudica.

Nadie les ha olvidado, ni la clase política, ni la ciudadanía. Tan esto es así que ya va siendo hora de que los ciudadanos exijan de la Administración el máximo rigor y control de las ayudas que puedan destinar a los damnificados: que se verifique y valide todas y cada una de las reclamaciones; que ni un céntimo pueda ir a parar a personas o empresas que no puedan acreditar su condición de afectados.

En el barrio saben, porque son viejos luchadores, que el coste de la crisis se financia con los impuestos de todos los ciudadanos, sean del Carmel, de Gerri de la Sal o de las Alpujarras. No sería aceptable que los aprovechados, que los hay en todos los pagos, se beneficien de las circunstancias de una administración debilitada por la crisis y obtengan de la repartidora algo que en justicia pueda pertenecer a otros.

Que no nos encontremos dentro de un tiempo que la prisa por solucionar un problema bajo presión política haya facilitado -por ejemplo- que empresas o comercios que operaban en la economía sumergida saquen oportuna tajada de la administración para sanear cuentas. Hay muchos profesionales de la trampa en todas partes y no debería donarse ni un euro a quien no acredite la legalidad de su situación, sea doméstica o industrial.

Que la crisis implique que las obras del metro verán incrementado su coste final habrá que aceptarlo en aras de la mayor seguridad y de la propia revisión de los proyectos (no sólo el del metro), pero sería inaceptable que en el reparto de la ayuda se llevara el gato al agua quien más llora o quien por arte de birlibirloque haya sido capaz de pasar por lo que no es.

Los más interesados en esa transparencia deben ser todos los vecinos del Carmel, no sólo los afectados, porque el dinero con el que la Administración tratará de paliar daños materiales y hasta anímicos o psicológicos salen de los presupuestos de la Generalitat o del Estado, es decir, es dinero de todos los ciudadanos que a la Administración cumple gestionar.

Por esta razón, como políticos, informadores, geólogos o contratistas, tampoco los vecinos del Carmel son intocables.

1 comentario:

  1. Es cierto que hay demasiadas cañas pescando en este rio revuelto del Carmel,aquí el más tonto hace relojes y hasta túneles, pero no me negará que nunca había habido tanto besugo junto...

    Bartolomé C.

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