Artur Mas ha lanzado un pulso a Pasqual Maragall, presidente de la Generalitat, al ignorar su autoridad institucional para convocar una reunión sobre la reforma del Estatut con el objeto de impulsar la segunda fase de su negociación.
El líder de CiU mantiene así una táctica de tensión con Maragall a raíz de su acusación del tres por ciento. No se dan condiciones de sosiego y juego limpio, se piensa en Convergència.
Pero ese pulso es táctico, no estratégico. Quien no va a una reunión es quien la rompe, y si finalmente CiU no acude a la segunda convocatoria del presidente de la Generalitat y ésta se celebra, se le podría atribuir la ruptura fáctica de un consenso que comenzó en Sau, cuando el primer Estatut, incluso con la presencia activa de Laureano López Rodó (ex ministro comisario de los planes de desarrollo de Franco) como representante de Alianza Popular.
Mas vive instalado en la convicción de que tiene más "galleta" que Maragall, está seguro que le puede en el cuerpo a cuerpo político, y no ha metabolizado que el socialista alcanzara la presidencia de la Generalitat teniendo CiU el mayor número de diputados de la cámara catalana.
De hecho, el rifirrafe del tres por ciento fue una provocación exitosa, acaso también suicida, de Mas: le espoleó y Maragall entró al trapo. Para éste fue el grave desliz que debió rectificar; para Mas, el dudoso honor de haberse autoendosado la etiqueta del fatídico porcentaje.
Ahora, ese nuevo pulso, prolonga esa tensión que por el momento instala la política catalana en esa zona agria en la que importa más la táctica que la estrategia de fondo. Hasta el actual PP participa en el Parlament de Catalunya en la ponencia redaccional del Estatut.
El escenario de no contar con CiU, vaya o no a la reunión, se celebre o no el encuentro, puede ser fatal. Sin el concurso de CiU el nuevo Estatut no prospera políticamente, y sin el Estatut, el Tripartito se queda sin política.
El acento social del gobierno "catalanista y de izquierdas" parece insuficiente para resistir toda una legislatura.
Esa parece la apuesta de Mas, derrotar a Maragall y obligarle a disolver el Parlament para ir a unas nuevas elecciones en el 2005. Si esa es la táctica, ¿cuál es la estrategia?
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